
Algunos analistas y funcionarios de la ONU han intentado justificar la falta de iniciativa política del Secretario General de la ONU (SG), Antonio Guterres, en el caso de Venezuela, alegando que su intervención debe ser vista como el “último recurso”. Tomando en cuenta que Venezuela ha pasado por diversos intentos de superación de la crisis política que incluyen Rodríguez Zapatero en 2014 y 2017, Unasur, República Dominicana, Barbados, el Vaticano, la OEA, Grupo de Lima, Grupo de Contacto y México es pertinente preguntar ¿qué más debe pasar para que el SG considere que ha llegado el momento de ese último recurso?
Otros analistas afirman que Venezuela es amiga de Rusia y China, y que Guterres no hará nada que no les guste a los rusos y chinos, por temor a fracasar. Lo que seguiría dejando a Venezuela fuera del radar político de la ONU. De hecho, el único mandato en el ámbito político que ha recibido el Secretariado a través del Departamento de Asuntos Políticos y de Consolidación de la Paz (DAPCP), ha sido el del panel de expertos electorales para las elecciones de gobernadores y alcaldes de noviembre de 2021. Por su naturaleza, el panel elabora un informe confidencial, por lo que el impacto de esta iniciativa como elemento de presión para mejorar las condiciones en que se realizan los procesos electorales es muy limitada.
Para algunos, el país estaría entrando en una etapa de la transformación del conflicto, hacia un nuevo orden estatal, habiéndose sentado las bases de este a través de la transición económica y el movimiento hacia un esquema de unipartidismo en lo político. Se trata de un contexto en el que podría ser valioso considerar la figura de un enviado especial, que facilite espacios desde una perspectiva más orientada al bien colectivo que a la pequeña negociación de cuotas de poder.
En todo caso, es necesario explorar otras opciones de respuesta a la crisis política del país, de cara a un posible escenario electoral en 2024. La llegada de Gustavo Petro a la presidencia de Colombia puede ser una oportunidad para la reconfiguración del tablero político desde posiciones menos polarizadas, con una agenda que incluya no solo el restablecimiento de relaciones diplomáticas y consulares, sino también la garantía del ejercicio de los derechos políticos para los venezolanos en el exterior, la ampliación del grupo de amigos para la reactivación de una mesa de negociaciones con la incorporación de Chile y Colombia, y el involucramiento de la ONU de manera decidida, mediante el ofrecimiento de un enviado especial, con el apoyo del grupo de amigos.
Un elemento en contra de esta idea es que, aunque en abstracto la figura del enviado especial puede parecer una opción, el SG no va a intervenir si las partes no están interesadas, con lo que volvemos al punto de inicio: el temor al fracaso como freno a una actitud más proactiva de Guterres en el conflicto de Venezuela. Paradójicamente, Guterres no ha actuado en Venezuela por temor a fracasar y ese puede convertirse en su mayor fracaso en el país.
La comunidad internacional debería intentar persuadir al SG para que asuma una actitud proactiva en el caso venezolano. Intentarlo ya sería un éxito.