2022 comenzó marcado por la violencia armada
En las primeras horas del 1 de enero de 2022 se produjo un enfrentamiento en Barrancas del Orinoco, estado Monagas, con saldo de al menos 7 personas fallecidas y otras varias heridas. Pobladores de la localidad y medios de comunicación coinciden en señalar como protagonistas del enfrentamiento a una banda criminal conocida como “El sindicato” que opera en la zona desde hace unos 15 años y miembros del grupo guerrillero colombiano Ejército de Liberación Nacional (ELN). Hasta ahora, la única fuente oficial sobre los hechos fue una nota difundida por la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) que se refiere al “Sindicato de Barrancas y otro grupo irregular” como los protagonistas del hecho, absteniéndose de hacer mención del grupo guerrillero. La zona fue militarizada desde el día 2 de enero, mediante la operación “Cacique Urimare”.
Por otra parte, el 2 de enero se reportaron enfrentamientos en la región fronteriza entre el estado venezolano de Apure y el departamento colombiano de Arauca. Los enfrentamientos, que se habrían registrado de ambos lados de la frontera entre miembros del ELN y disidencias de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), habrían tenido un saldo de al menos 24 fallecidos. Adicionalmente, el 3 de enero se conoció del asesinato de un miembro del ELN en la población de El Amparo, estado Apure, tras lo cual la guerrilla que controla la zona ordenó cerrar el paso de canoas por el río Arauca, afectando a toda la población civil del sector.
En ambos casos, existen grupos con control sobre territorio y población, cuya presencia es disputada por otro grupo que aspira a obtener ese control. En ambos casos, se trata de grupos con gran poder de fuego cuya actuación es tolerada – y en algunos casos protegida – por las autoridades venezolanas. En ambos casos, el control en disputa implica asegurar medios de subsistencia en áreas como minería o narcotráfico, mediante el dominio de pasos fluviales de importancia. Finalmente, en ambos casos, hay un poder cedido por el Estado venezolano, lo cual explica la respuesta institucional tardía o simplemente ausente.
Mientras en Barrancas la GNB minimizó la gravedad de lo sucedido calificándolo como “ajuste de cuentas”, en el caso de Arauca – Apure ni siquiera ha habido un pronunciamiento oficial. Este silencio contrasta con la posición de autoridades locales del lado colombiano, que se pronunciaron de manera inmediata, alertando sobre los riesgos para la población civil y solicitando apoyo humanitario ante un posible desplazamiento. Al momento de preparar esta nota, no se había producido ningún pronunciamiento por parte de autoridades nacionales o locales de Venezuela, aunque una fuente reportó desplazamiento de vehículos militares venezolanos hacia la población de La Victoria, estado Apure.
Las razones de fondo fueron explicadas por Rocío San Miguel, analista experta en temas militares y por una diputada opositora. La primera, recordó que “lo sucedido en Barrancas del Orinoco este 1ero de enero es el retrato de la Nueva Frontera. Una que ya no está al lado de los límites internacionales, sino en todas partes donde la FANB [Fuerza Armada Nacional Bolivariana] entregó el control de las armas al crimen organizado”.
Por su parte, la diputada María Hernández del Castillo, afirmó que “es evidente que el Estado venezolano, hoy usurpadas y corrompidas todas sus instituciones, han permitido, consentido, negociado y amparado la anarquía en la zona, a costa de la familia Monaguense. El punto es el control del Orinoco y su Delta para el contrabando” (sic).
Son cada vez más los puntos del territorio donde el Estado ha cedido el control. Al tratarse de corredores con importancia para negocios como el narcotráfico y la minería ilegal, es posible predecir que estos enfrentamientos continuarán, con efectos negativos para los derechos de la población.

2022 began marked by armed violence
In the early hours of January 1, 2022, a confrontation took place in Barrancas del Orinoco, Monagas state, with the balance of at least 7 people dead and several others injured. Local residents and the media coincide in pointing out as protagonists of the confrontation a criminal gang known as «The union» (El Sindicato) that has operated in the area for some 15 years, and members of the Colombian guerrilla group National Liberation Army (ELN). So far, the only official source on the events was a note released by the Bolivarian National Guard (GNB) that refers to the «Union of Barrancas and another irregular group» as the protagonists of the event, refraining from mentioning the guerrilla group. The area was militarized from January 2, through the «Cacique Urimare» operation.
On the other hand, on January 2, clashes were reported in the border region between the Venezuelan state of Apure and the Colombian department of Arauca. The clashes, which would have occurred on both sides of the border between members of the ELN and dissidents from the Revolutionary Armed Forces of Colombia (FARC), reportedly resulted in at least 24 deaths. Additionally, on January 3, the killing of a member of the ELN in the town of El Amparo, Apure state, was known, after which the guerrilla that controls the area ordered to close the passage of canoes along the Arauca River, affecting the entire civilian population of the sector.
In both cases, these are groups with control over territory and population, whose presence is disputed by another group that aspires to obtain that control. In both cases, they are groups with great firepower whose actions are tolerated – and in some cases protected – by the Venezuelan authorities. In both cases, the control in dispute implies ensuring means of subsistence in areas such as mining or drug trafficking, by controlling important river passages. Finally, in both cases, there is a power ceded by the Venezuelan State, which explains the late or simply absent institutional response.
While in Barrancas, the GNB minimized the seriousness of what happened, describing it as a “settling of accounts”, in the case of Arauca – Apure there has not even been an official pronouncement. This silence contrasts with the position of local authorities on the Colombian side, who spoke out immediately, warning of the risks to the civilian population and requesting humanitarian support in the event of a possible displacement. At the time of preparing this note, there had been no pronouncement by the national or local authorities of Venezuela, although a source reported the displacement of Venezuelan military vehicles to the town of La Victoria, Apure state.
The underlying reasons were explained by Rocío San Miguel, an expert analyst in military matters, and by an opposition deputy. San Miguel recalled that “what happened in Barrancas del Orinoco on January 1 is a portrait of the New Frontier. One that is no longer next to international limits, but everywhere where the FANB [Bolivarian National Armed Force] handed over control of arms to organized crime”.
For her part, Deputy María Hernández del Castillo, affirmed that “it is evident that the Venezuelan State, today with all its institutions usurped and corrupted, have allowed, consented, negotiated, and protected anarchy in the area, at the expense of the Monaguense family. The point is the control of the Orinoco and its Delta for smuggling” (sic).
There are more and more points of the territory where the State has ceded control. As these corridors are important for businesses such as drug trafficking and illegal mining, it is possible to predict that these confrontations will continue, with negative effects on the rights of the population.