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México como chantaje y la postergación de las necesidades humanitarias

En octubre de 2021, la representación de Maduro se retiró de la mesa de negociaciones que ha tenido a México como anfitrión y a Noruega como facilitador, en protesta por la extradición a EEUU del colombiano testaferro de Maduro, Alex Saab.

Durante más de un año no hubo nuevos encuentros entre gobierno y oposición en México, aunque sí reuniones tras bastidores, que dieron origen al “Segundo Acuerdo Parcial para la Protección Social del Pueblo Venezolano”, dado a conocer en noviembre de 2022, por el cual se descongelarían unos 3 mil millones de dólares de fondos internacionales de Venezuela que el gobierno interino había logrado resguardar y que ahora se destinarían a un fondo social administrado por la ONU.

El anuncio público de la firma de este acuerdo estuvo seguido de grandes expectativas dentro y fuera del país. Sin embargo, a tres meses de conocida la noticia, no solo no ha habido avances para la puesta en práctica del acuerdo, sino que todo lo relacionado con el mismo está rodeado de misterio, silencio y, a juzgar por las consultas realizadas por AlertaVenezuela, hasta temor. Nadie se atreve a hablar, e incluso se considera inoportuno hacerlo, quizás por temor a entorpecer el avance del proceso.

Lo cierto es que el acuerdo no solo está cubierto de secretismo, sino también de chantajes. A mediados de enero Jorge Rodríguez, quien encabeza la delegación de Maduro, amenazó con retirarse de México si no se avanzaba con la “devolución” de los fondos comprometidos en el segundo acuerdo. Un mes más tarde, el 15 febrero de 2023, Maduro reiteró las amenazas de abandonar la mesa de México. En ambas oportunidades hubo calificativos despectivos hacia la representación de la oposición, la cual fue tildada de ladrones y maulas, pero no hubo ninguna mención al fondo del asunto, como es la mitigación del sufrimiento del pueblo venezolano.

Se trata de unos fondos procedentes de recursos en disputa, por lo que el centro de la discusión es político, como si se tratara de un botín, y los destinatarios que eventualmente se beneficiarían de su uso han pasado a un segundo plano. Quizás el tono politizado que ha tomado el debate sobre los fondos ha conducido a la ONU a una posición más cuidadosa para no involucrarse en esa disputa. Mientras tanto, los EEUU emergen como un tercer actor en la mesa, pues ciertamente tienen en sus manos la llave para desbloquear, no solo los fondos a los que se refiere el acuerdo, sino otros activos y operaciones de interés para Maduro.

De hecho, acelerado por la invasión de Rusia a Ucrania, los EEUU tiene su propio espacio de acercamiento hacia Venezuela, gracias al cual se logró el acuerdo para el retorno de Chevron al país, lo que le permitirá cobrar la deuda acumulada, mediante la exención del pago de regalías. El acceso de esta petrolera – y de las que logren seguir sus pasos – no tienen ningún impacto en la población que sigue caminando por falta de combustible o haciendo interminables filas para cargar el tanque de sus vehículos. Valga decir que se trata de un acuerdo por 6 meses, es decir, sujetado con una soga corta, lo que podría hacerlo depender de los chantajes de Maduro.

¿Como reaccionar ante esas amenazas? La política de la diplomacia silenciosa tiene sus límites y debe darle paso a una presión incremental que apunte a asegurar una hoja de ruta enfocada en los aspectos sustantivos del acuerdo social, especialmente en la medida en que se observa que la mesa de negociación se instrumentaliza con objetivos políticos, mientras las necesidades de la población, supuestamente prioritarias, son postergadas a un segundo plano.

No deja de ser paradójico que Maduro se haya retirado de la mesa en México cuando fue extraditado su testaferro, acusado de negocios turbios con viviendas y alimentos destinados a la población venezolana de menores recursos y, un año mas tarde, vuelve a amenazar con retirarse por no poder apropiarse de recursos que tendrían el mismo propósito. Es claro que, frente al uso de la mesa de México como chantaje, quienes pierden son los habitantes más vulnerables de Venezuela, que necesitan ayuda humanitaria inmediata. Asegurar la continuación de las negociaciones en México son un reto para la comunidad internacional, pero un reto mayor es asegurar que no se pierda el norte de esas negociaciones, como son las necesidades humanitarias de la población y la ruta hacia la redemocratización.